Una joven pareja había visitado la casa Pavese en 2016 y quedaron muy impactados, tanto que decidieron comprar un lote y encargarme el proyecto de su nueva casa. Todo procedió normalmente, pero cuando llegó el momento de elegir los revestimientos de los baños, los dueños decidieron comprar los sanitarios y los revestimientos sin consultarme… esos tonos amarillos y marrones, bastante brillantes, no era lo que había pensado, me hacían pensar en una estética de los años ’50; pero cuando decidieron también definir directamente con el herrero el diseño de las rejas y el portón de entrada, tuve la sensación de que los comitentes reivindicaban el derecho de prescindir del arquitecto para continuar solos en la definición de las terminaciones. Consideré que mi obra se estaba desfigurando, de alguna manera. Cuando se llegó al color de los muros exteriores, yo estaba muy seguro de los revoques blancos, optaron por colores: dos colores elegidos por él y otros dos colores elegidos por ella. Como no lograban ponerse de acuerdo, eligieron dos colores para el frente sobre la calle y otros dos colores para el contrafrente sobre el jardín, de ese modo estaban contentos los dos … como dicen los ingleses no comment …Hoy desde la vereda la casa es para mi irreconocible. Desde ese momento la relación con la pareja se enfrió de alguna manera, además la obra estaba terminada y ya no me necesitaban; recientemente se pudo reanudar la relación con la pareja, son excelentes personas. Tengo dos conclusiones para esta experiencia: las libertades que se tomaron los comitentes han alterado fuertemente la estética de mi obra, pero no la calidad del espacio. Alguien me comentaba que Alvaro Siza, cuando se le encarga el proyecto de una casa, vincula a los propietarios con un contrato de manutención que establece la prohibición total de modificar la obra. El contrato prevé además trabajos de manutención constantes para que la obra se presente siempre impecable (un amigo arquitecto ironizaba definiendo esta manutención: pasarle al edificio el cepillo de dientes cada dos años.
Hay quien sostiene que el dueño tiene todo el derecho de hacer lo que se le ocurra en la casa, porque es el que va a vivir allí; otros en cambio defienden la obra del arquitecto, consideran que no debe desfigurarse ni modificarse, para respetar una especie de derecho de autor. Otros con gran sentido práctico sostienen que son pocos los arquitectos que logran hacer respetar sus obras como lo hace Alvaro Siza … para concluir, algunos me recuerdan con afecto que yo no soy Alvaro Siza.
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